Friday, February 27, 2015

Idilio

Salió y corrió lejos. Salió y corrió veloz.

Dijo que no quería ser puta. Dijo que no se inyectaría más basura.

Y sobre el tejado de un edificio saltó al pavimento y cayó sobre un lago de flores, y nunca se sintió más ligera.

Sobre todo porque vio en los ojos de un chico paz. Un chico en el que Azul nunca pondría sus ojos; imaginalo de altura medio, complexión delgada, chaleco de cachemira, impecable y libros en sus manos.

Se asustó al verlo por primera vez. Se llenó de dudas y se inyectó.

Abrió las manos y lleno sus palmas de deseos. Las lleno de conchas del mar que bajó de los árboles. Pues despertó en la copa del mundo sobre una rama. Y pensó que el universo se le había revelado, con sólo ver un tallo.

Entonces lo vio por segunda vez. Y su pequeño mundo de laberintos y estrellas se vio descubierto por la suave y venenosa seda del amor.

Azul se asustó, tomó whisky, paseo al perro y se durmió.

La vi llegar a su casa está mañana. La vi linda y radiante, con los ojos volados y sus dientes torcidos. Me saludó y me dijo ¡a la mierda mi vida de puta! y por la noche se acostó con el chico del bar.

Azul vio su cara en las olas del mar, en las pintas del cielo de la madrugada. En sus sueños más oscuros y obscenos. Allí estaba él Con todo lo que ella nunca querría, y ella con todo lo que el nunca vería.

Él no la veía, ella vagaba en sus días. Se escabullia entre la gente y lo observaba desde lejos.

Un día se dijo que tendría que olvidar su cara, sus gestos, su forma de mover las manos al hablar. Entonces dejó a sus pies las huellas que había dejado en el jardín, junto con el pasto que había arrancado pensado en el.

Los días son violeta, las noches son rosas, y la desilusión es Azul. Azul como la mañana en que el salió tarde de su casa y se chocó con esa rara chica de ojeras y ojos volados. La miró con extrañeza y la evitó con el asco que le produce el edor a cigarro

Nunca se había visto entre tanta melancolía y tristeza. Todo lo veía azul. Se pregunto si los sueños perdidos eran recogidos por ángeles recolectores de malos amores. Y se resistió a la idea de amar a una mujer Vagabunda, cuyas piernas abren  tan facil como una tapa de cerveza.

Elevó su mirada en lo profundo del mar y dentro de una concha había grabado un deseo que susurraba esperanza.

Esperanza Azul, esperanza sus sueños. Ni amor, ni paz, ni tranquilidad. Azul tomó whisky en la mañana, fumo en la tarde, y no durmió en la noche. Los capitanes de sus fragatas, amaron sus lunas. Navegaron entre sus piernas. Fueron colonos.

Pero  ella solo veía a su desconocido en medio de orgasmos.

Tomó la concha y la devolvió al mar. Del universo de los sueños bajó. Ignoró cualquier chispa de magia y siguió su camino.

El soñó con una chica que lo llevará a lugares inexplorados, que le mostrará el mundo.  Azul lo olvidó.

Y fuimos polvo en el universo; fuimos polvo en la orilla de una escalera. Volamos. Nos vamos. Flotamos.  Tiramos. Mordemos. Nos cogemos.

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