Sunday, February 22, 2015

Día 1


Habían diez notas entre la ropa del armario. Nadie las leyó y nadie las escribió. Yo sólo las abrí y las dejé a un lado "tal vez mañana las lea" lo pensé todos los días. 


Entonces se me ocurrió la idea de escribir un libro, un libro roto y mal escrito, mal redactado y con notas de cuando las cosas no pasan. Porque no tengo una historia que contar. 

Sólo tengo un poco de amigos imaginarios que le abren a los días momentos paralelos a mi realidad. Y si me ves, esa no soy yo, pero si me encuentras en los sueños, tal vez ahí sí me veas como soy. 

Introduzco entonces a Daniel, a Alejandro y a Mariand. Daniel como el delirio imperfecto de todas las situaciones que no vivo en teoría, pero sí en el sentido más figurativo de mí vida. Sólo que la línea es frágil y a veces transparente entre mis fugas. Bien pues ese es Daniel, mi inestabilidad materializada en palabras y volcada a un personaje irritante y mágico. No me gusta hablar de mí, entonces dejo a su honor cualquier ridícula idea que se me pase por las manos. 

Consigno frases en papeles reciclados, que luego botaré. Ahí he estado yo por veinte y un años; entre comas mal puestas y pocos puntos y apartes, porque nunca he tenido la fuerza de ponerlos cuando se debe: miedo, le llamo yo. Porque si he de escribir, y ustedes de no leerme, debo decirles la patética persona que está frente a la pantalla. 

Me vi las uñas mordidas y mochas esta mañana, con un cuerpo un poco deforme, al que por fuerza de los días tuve que aprender a amar. Habitación desordenada, mente desordenada, vida desordenada. Libros por todas partes, con el objetivo de leer y no hacerlo. Planes que se quedan en planes, dibujos que se quedan truncados en la punta de mis dedos, y escritos incompletos; y una película que te cambia la forma de ver la vida. Entonces me dije "escribe". 

Escribe en serio, porque escribir te salva; porque me gusta leerme y leerme me encanta. Escribe porque tienes que averiguar hasta dónde llegas si escribes. Escribe así lo hagas mal, así no hayan ideas, así no tengas historias, así nadie te lea. Y aquí estoy. Con la firme idea de volver forma tangible uno de tantos planes pensados algún día en el bus. 

Una recopilación de mis otros días, de lo más ridículo de lo ridículo. De cuando tenía quince años y soñaba y cómo la vida se rie de los sueños y te manda al carajo. Ahí estoy yo, con algunas frustraciones, con el corazón vendado, recuperado y rescatado de lugares extraños, de momentos malos y personas incorrectas. Ansiosa, nerviosa, tímida, anónima. 

Anónima porque puedo contar lo que sea, sin tener rostro, porque en cualquier parte puedo estar, en cualquier persona. 

Porque voy en tantas direcciones, como caminos y modos de ser, que si un día soy inteligente, tal vez al otro sea bruta; más santa que puta, pero no por elección. Mi vida enfrascada en casa, más vigilada que la Gioconda en el Louvre y controlada como presidente, no he podido extender mis piernas como me gustaría y ni hablar de experiencias intensas. Soy linda, soy fea; soy fuerte, soy débil; soy segura, soy débil. Soy binaria. Y entiendo al mundo como un flujo continuo de cambios. 

Hay quienes dicen que uno lee al mundo tal como es uno, y de esta manera leo a la gente. 


Diario de una ciudad anónima, no es un diario, y no es de una ciudad. Considero que contar lo que sucede durante un día, un año, o una vida no tiene sentido. Para mi todo lo que en realidad sucede, es lo que pasa en la mente, que las acciones no cuentan nada; más la vida pasa en el corazón. Y somos como nos recordamos, y nos recordamos cómo nos sentimos.

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